A él también lo encontré en el callejón, junto a Diana, la mujer del vestido Chanel, pero él tenía una historia muy diferente a la de su compañera de borracheras y soledades.
El venía de la clase baja, obrero constructor desde los 12 años junto a su papá, quien desarrollaba el mismo oficio, que cuando su padre dejó de trabajar, a los 76 años, él tenía 36 y tomó el lugar como maestro de obra, oficio más grande al que podía aspirar.
Una vez que tuvo este empleo seguro decidió declarar su amor a la persona que siempre había querido, que conocía desde que empezó a trabajar y con la que había decidido compartir su vida si ella estaba de acuerdo, y así fue.
Ella tenía 36 y el 40 cuando se casaron, sin embargo, jamás pudieron tener una familia, y diez años después de su matrimonio, murió por la misma razón por la que no pudo tener hijos, cáncer.
Tan solo 10 años de esta felicidad y él seguía viviendo una vida precaria, como la mayoría de los obreros en este país, por lo que encontró en el alcohol una salida a la realidad, una nueva forma de entender el mundo, una forma de soportar el dolor de no tener a la mujer que amó y por la que juró no volverse a enamorar y la única forma de perder todo lo que había logrado en casi 30 años de trabajo.
Ahora lo encuentro todos los días en ese callejón, me grita “mira, ahí va el escritor, nos hará famosos” y se ríe como nunca con su compañera, de la cual, creo que poco a poco, rompiendo su promesa, se empieza a enamorar.
El venía de la clase baja, obrero constructor desde los 12 años junto a su papá, quien desarrollaba el mismo oficio, que cuando su padre dejó de trabajar, a los 76 años, él tenía 36 y tomó el lugar como maestro de obra, oficio más grande al que podía aspirar.
Una vez que tuvo este empleo seguro decidió declarar su amor a la persona que siempre había querido, que conocía desde que empezó a trabajar y con la que había decidido compartir su vida si ella estaba de acuerdo, y así fue.
Ella tenía 36 y el 40 cuando se casaron, sin embargo, jamás pudieron tener una familia, y diez años después de su matrimonio, murió por la misma razón por la que no pudo tener hijos, cáncer.
Tan solo 10 años de esta felicidad y él seguía viviendo una vida precaria, como la mayoría de los obreros en este país, por lo que encontró en el alcohol una salida a la realidad, una nueva forma de entender el mundo, una forma de soportar el dolor de no tener a la mujer que amó y por la que juró no volverse a enamorar y la única forma de perder todo lo que había logrado en casi 30 años de trabajo.
Ahora lo encuentro todos los días en ese callejón, me grita “mira, ahí va el escritor, nos hará famosos” y se ríe como nunca con su compañera, de la cual, creo que poco a poco, rompiendo su promesa, se empieza a enamorar.
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