15.4.10

Experimento

“Esto es un experimento” me decía ella mientras despertaba en la orilla de una playa a la que había llegado hace más de tres días con su mirada en mis ojos perdidos y sus manos en mi pecho “¿Qué intentas probar?” no respondió. Ella disfrutaba el dejarme dudando, decía que era una manera para que nunca dejara de pensar en ella, la verdad es que ella era omnipresente en mi pensamiento.

Habíamos llegado a esa playa por otro de sus experimentos, queríamos viajar mochila al hombro desde Puerto Escondido hasta San Cristobal de las Casas, sin embargo nos habíamos perdido en la belleza de una de las playas del itsmo de Tehuantepec, en las costas de Oaxaca.

Este viaje sirvió para entender más de mi, para saber la razón de mi forma de ser, la verdad solo necesitaba libertad y un tiempo de intimidad interna, hace tanto que no pensaba en nada además de planes, futuro, vida, sin siquiera vivirla.

A ella la conocía de antes, ella siempre fue diferente y su voz podía convencerme de hacer muchas cosas, entre ellas tomar mis ahorros, el tiempo para trabajar en el verano y las llaves de un auto viejo de mis padres para conocer nuestro país, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, su verdadero objetivo era conocer los orígenes de nuestra cultura y descubrirse, descubrirnos.

El inicio del viaje fue caótico, llegamos a una playa infestada de gente, donde todos tenían una historia que contar, médicos que se quedaron enamorados de las olas, señoras que vendían marihuana como tabaco, extranjeros que vivían en la playa y cosechaban su propia comida, la gente se enamoraba de lugares como este para nunca regresar.

Esa noche nos perdimos en una combinación de cerveza, marihuana, una guitarra y la noche, dormimos a la luz de las estrellas y despertamos para partir, todo el viaje sería por costa, acompañados, resguardados e intimidados por el mar.

Al tercer día el auto viejo conoció lo inevitable para todos, ese día, con un calor de 39°, nuestro medio de transporte murió, irremediablemente muerto nos dijo el mecánico que intentó repararlo, irremediablemente perdidos estábamos nosotros en un pueblo alejado de Dios, los teléfonos, la carretera, pero no de la música y la gente con ritmo en las venas.

Ella cada día tenía cara de estar más arrepentida, sin embargo el sentir el mar cerca, el calor de la gente y la agradable comida tradicional le devolvían la sonrisa y a mí me encantaba dormir abrazado a ella cuando sonreía de esa manera.

Una noche que decidió no sonreír, a pesar de que fuimos recibidos por una tradicional fiesta de quince años, le pregunté qué le pasaba, sin decir nada volteó al suelo, la luz pareció disminuir en ese instante, sin embargo alcance a ver como una lágrima caía a su inminente encuentro con el piso de piedra que ahora nos servía de cama.

Volteó la mirada ahora a donde yo estaba, intentaba sonreír pero seguía llorando, “no puedo soportarlo” me dijo, yo no tenía idea que es lo que no podía soportar, “a pesar de estar en un lugar ajeno a mi rutina comienzo a ver como todo se repite otra vez, creo que estoy aburrida de la vida”.

Ahora el silencio fue de mi parte, quizás esta vez la duda era mejor opción, ¿Qué te aburre de la vida? Me aventuré a decir mientras mi mente se llenaba de preguntas de las cuales muchas aún no tenían respuesta, nunca había pensado en lo que me decía y ahora me parecía que siempre tuvo la razón.

Decidimos escapar como pudimos de ese pueblo para no enfrascarnos otra vez en alguna rutina, la idea del viaje era ser continuamente cambiantes, aunque ya la verdad no sabía porque había decidido todo lo que había decidido ¿por qué este lugar? ¿Por qué el viaje? ¿Por qué con ella? ¿Por qué yo?

Son preguntas que aún no logro responder, sin embargo el viaje continúa, sin embargo aquí estoy, atorado en una playa, mirándola, ahora parece tan tranquila, mientras yo no dejo de pensar en preguntas que siempre han sido preguntadas por la gente, mi vista parece volver a la normalidad, comienza a tomar forma su rostro, su sonrisa, el cielo atrás de su cabeza, sus ojos, “ya estás vivo” me dice, “quería ver si podía revivirte con energía de mis manos”, ella siempre pensó tan diferente, ella siempre ha sido feliz, y yo sigo tratando de encontrar un sentido a mi vida, sin saber que quizás ese sentido está acercando sus labios a los míos y me besa como primer sorpresa de la mañana.

1 comentario:

Mariela Alatriste dijo...

Yo tengo unas inexplicables, constantes, ganas de viajar. Realmente lo necesito.

Tengo, también, la necesidad de hacer experimentos, sobre todo con mi vida. Pero me da miedo, que el experimento salga mal, que el laboratorio se incendie...