17.11.10

La Realidad Es Un Juego... Reflexión Post-Quijote

Inicia el olor a tierra mojada, como polvo que se levanta por el andar de todos los días de toda la gente, polvo que inunda la nariz como el piso donde antes se encontraba se inunda de agua, de lluvia que cae constante y al mismo ritmo que las pisadas de la gente que ahora no anda, ahora corre refugiándose de las gotas que traen ese esplendoroso aroma a la memoria de todos y ya estando seguros de la humedad bajo techo unos niños corren a donde se han formado los charcos y saltan sobre ellos mientras la lluvia cubre su ropa, su cabello y cada poro de su piel se humedece mientras los que están cubiertos les dicen “niños, están locos, quítense del agua, se van a enfermar…”

Y mientras observo esto (cubierto de la lluvia) interpreto lo que hemos decidido llamar realidad y mientras la llamamos la inventamos y ordenamos las palabras necesarias para hacerla valer, libros, novelas, cuentos, historia, todas mentiras o adaptaciones de la verdad para hacerla más llevadera y fácil de entender o por lo menos hacerla menos compleja al no poder expresar cada rasgo que la define con la pluma o el teclado.

Y una vez que acabamos de leer esta realidad interpretada por algún autor vamos al mundo, a lo que no está en páginas, en letras o en un archivo de PDF y enfrentamos la realidad leída a la realidad vivida y nos damos cuenta que para que nuestra vida se parezca un poco a la vida que nos presentan tantos escritores de tantas épocas necesitamos reinventarla, jugar nuestro papel de otra manera y construir otro juego que las demás personas se crean y quieran jugar con nosotros para entonces llamar a ese juego “realidad”.

Pero esto no sucede tan comúnmente, generalmente la ente que intenta reinventar la realidad es considerada como solamente apta para el manicomio, pues la realidad es impuesta por la sociedad y aunque no nos guste formamos parte de ella, en ella fuimos educados y en ella vivimos y sin ella no podríamos vivir, necesitamos estar en el aquí y en el ahora y no convertirnos en caballeros andantes en una época en la que esta profesión se considera inverosímil (si alguna vez lo fue) pues lo que leemos en las novelas, por más agradable que nos parezca no puede formar parte de nuestra vida más que como acompañante y letras.

La realidad se construye de lo que vemos y existe, y ya después pasa a las letras para darle un significado, pero si de una historia intentamos significar algo en la realidad es muy difícil, generalmente nos encontramos con que el mundo gira de manera diferente que como nos narran en los libros y sin embargo, nos inventamos que Dulcinea es una doncella y Sancho Panza un escudero, que nuestros amigos son nuestros amigo, que tenemos una familia feliz y que somos en lo que trabajamos, nos inventamos una profesión o algún oficio y desempeñamos nuestro papel sin salirnos de la norma, no vaya a ser que hagamos algo que no parezca parte de esta realidad y nos acusen de herejes, locos, paranoicos y esquizofrénicos o simplemente de inadaptados y toda la realidad que considerábamos nuestra de un día para otro desaparezca y con nuestro nuevo título nos quedemos sin amigos, sin profesión y sin oficio y sin familia y entonces no tengamos conciencia de quienes seamos porque no tenemos referente alguno más que nuestra propia ineptitud para la vida.

Y si todos un día decidimos salir a la calle e interpretar el papel que siempre soñamos interpretar, jugar lo que siempre quisimos jugar, cuántos no seríamos futbolistas, escritores, actores, astronautas y un sinfín de profesiones que como en la realidad no tienen mucha demanda son pocos los que logran realizarse en ellas, cuántos no saldríamos como caballeros andantes a recorrer el mundo y vivir infinitas aventuras que algún día nuestros nietos contarán a sus nietos, cuántas realidades existirían y cuántas podríamos entender y vivir sin llegar a un conflicto de todos contra todos, no todos podemos ser los locos que inventan su propio juego, para eso necesitamos a alguien como El Quijote que se atrevió a ser diferente y marcar una diferencia, hasta que poco a poco esta diferencia sea necesaria para la sociedad y como Sancho Panza roguemos porque volvamos a las aventuras antes que volver a como estaban las cosas antes de la locura.

Quizás al principio dudemos y nos escondamos de esta realidad para no ser lastimados, porque todo lo nuevo siempre lástima hasta lo más profundo de nuestro ser porque rompe con las raíces de lo que creíamos cierto y que tomábamos como verdad ya que no se nos había presentado otra manera de jugar a vivir.

El Quijote me enseñó que la realidad no es realidad hasta que la gente esté de acuerdo en que lo sea, que las cosas pueden ser lo que creemos que son o lo que queremos que sean simplemente con hacer de nuestra locura una locura compartida, un loco está loco mientras los demás no acepten su locura, pero una vez que sea aceptada quedará como nuevo loco quien conserve la idea que antes era considerada cordura.

Todos somos mentiras, somos los papeles que nos ponemos para salir a la calle, construcciones que son necesarias para que la sociedad se mueva a la velocidad que debe moverse y hacia donde debe moverse, estás mentiras nos mantienen en pie, nos hacen creer que lo que vemos es lo único que puede ser, a pesar de que no veamos la realidad completamente, como diría Cortázar en Rayuela:

“La vida de los otros, tal como nos llega en la llamada realidad, no es cine sino fotografía, no podemos aprehender la acción sino tan sólo sus fragmentos eleáticamente recortados.”

Y entonces solamente podemos ver un fragmento de lo que ven los demás y creemos que nuestro mundo es la única posibilidad de jugar y nos hemos vuelto tan excluyentes que los que juegan diferente están confinados a un hospital para enfermedades mentales con paredes blancas y doctores especialistas en regresarlos a “la verdad” sin comprender que fue lo que los hizo dejar de jugar como nosotros jugamos, sin ver todos los fragmentos de su vida que le exigen jugar diferente, sin pensar que quizás en esas diferencias radique el encontrarle un sentido a la vida y no simplemente existir.

El Quijote nos invita a que reinventemos esta sociedad y al final nos dejemos vencer por ella, a soñar que lo que hacemos es real y que tendremos nuestra Dulcinea como recompensa de estas acciones a pesar de que las acciones sean simples juegos y Dulcinea sea imaginaria, a contagiar a nuestros compañeros de nuestras locuras como Sancho Panza e implorar que no se acabe la locura en este mundo porque entonces en verdad dejaría de tener sentido la vida.

El Quijote nos invita a cambiarnos el nombre, llamarnos como siempre quisimos llamarnos e inventarnos una nueva profesión, una nueva vida, un nuevo linaje, enamorarnos sin saber de qué nos estamos enamorando simplemente por encontrarle un sentido a todas estas locuras que estamos cometiendo y que llamamos realidad, y que aunque exista gente que nos quiera regresar la cordura hagamos todo para convencerlas de que no estamos locos y que hemos decidido tener este estilo de vida porque sabemos quiénes somos, lo qué somos y porqué somos lo que siempre quisimos ser.

Sin embargo, no dejar que esta realidad se aproveche de nosotros ni perder la otra realidad, simplemente entender que el acuerdo social del momento es lo que dictará si estamos jugando bien o no, si merecemos el manicomio o una vida normal en la calle, podemos estar locos hoy y cuerdos mañana, pero siempre entender que esta locura es temporal y que nada puede ser considerado verdad porque nunca podemos ver todo lo que se puede ver ni conocer todo lo que se puede conocer, solamente podemos creer, creer que somos caballeros andantes, o comunicólogos, o ciudadanos, o miembros de una familia, pero jugar estos juegos mejor que nunca y hacer que cada segundo que juguemos valga la pena.

No hay comentarios: