Cuentan las leyendas que la Luna es una mujer, una mujer que se entregó completamente al Sol y ahora sólo vive del reflejo de la magnificencia del astro rey, pero la Luna necesitaba más, quería un amor absoluto, alguien que se entregara a ella así como ella se había entregado al Sol.
Un día, la Luna decidió que necesitaba tener todo bajo su control, hacer que aquellos que la amaban la extrañasen y así tenerlos más enamorados, como generando una adicción, para después regresar con todo su esplendor, por eso la Luna, como mujer, cambia totalmente una vez al mes, no es la misma y muchas veces ni siquiera podemos verla, para después ser creciente, hasta llegar a tener control sobre la marea e inspiración sobre los poetas.
Una de esas noches donde estaba llena la Luna decidió romper toda relación con el Sol y ver a la tierra, donde descubrió a un escritor mirándola cada ciertos momentos para después regresar al papel dónde escribía.
La Luna, sabiéndose dueña de su inspiración lo miró fijamente, llenó su estudio de luz y preguntó:
- ¿Hasta dónde llega tu amor?
El escritor, asombrado, volteó a la Luna e hipnotizado por su luz solamente dijo:
- No tengo idea, pero espero algún día alcanzarte, llegar al cielo y perderme en la noche, por siempre, entregarme a tu luz, a tus sombras, a tus cráteres y…
- No te creo, necesitas probármelo, no podemos saber los sentimientos de las personas, necesito pruebas.
- ¿Qué más pruebas que todas las noches esperar a que pases por mi ventana? ¿qué más pruebas que todo lo que he escrito pensando en ti?
- No sé, pero los hombres no son confiables, no te puedo creer.
El escritor, aún más asombrado, no sabía cómo responder, la Luna era en todos sentidos una mujer.
- Está bien, déjame escribirte un poema, quizás con palabras entiendas.
Y comenzó a escribir, a borrar, a volver a escribir, de vez en vez miraba a la Luna y sonreía, tenía el soneto perfecto en sus manos.
Me encuentro falto de ti en las mañanas
Al no encontrar tu figura en la almohada
E imaginar que ya no he de encontrarla
Ya no sé junto a quién tus ojos se abran
Me encuentro falto de ti cuando callas
Y sólo puedo verte en mi ventana
He de dormir hasta el día de mañana
Y en la noche entregarte entera mi alma
Llenar de mil letras páginas blancas
Y algún estar donde vayas a estar
Pensar que la tinta me lleva hasta allá.
A miles de autores llegas e inspiras
Luna es el más común de cualquier lugar
Pero mi luna, de amor me haces volar.
La Luna sabía que era el poema de un novato, un soneto demasiado simple, sin embargo, nunca había escuchado palabras de amor, nunca había sentido el cariño de las personas, por estar siempre reflejando la luz del Sol.
Sin poder controlar su cuerpo la luna desapareció de la noche, dejando en su lugar una piedra gris que por un error en la astronomía adquirió el nombre de esta bella mujer, de la cual, hasta el momento nadie está seguro de su paradero.
Sin embargo, cuentan más leyendas, que una vez se vio a una mujer con los ojos más brillantes que han existido en este planeta, con el cuerpo joven y el alma eterna. Una mujer que todas las mañanas desaparecía y en las noches entregaba su esplendor a un hombre con las manos manchadas de tinta, mientras el Sol utilizaba la piedra recién llamada para reflejar su luz al mundo, sintiendo celos de aquel poeta.
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