“Bienvenido sea a éste maravilloso circo” se leía en la entrada de un circo ambulante que visitaba mi ciudad, tres pistas, acróbatas, payasos, magos y animales domados eran la principal atracción que últimamente había dejado de sorprenderme al igual que la mayoría de las cosas, “ya visto” era mi principal argumento cuando alguien cuestionaba mi desagrado ante burdos intentos de entretenimiento.
Sin embargo, decidí acompañar a mis compañeras de la carrera que buscaban hacer un fotorreportaje y de paso reír aunque sea unas cuantas veces para salir de la rutina, empezó como casi siempre, lleno de clichés, el maestro de ceremonias era de baja estatura y estómago abultado, con voz microfonalmente ostentosa, un traje rojo estilo pachuco y el tradicional:
“DAMAS Y CABALLEROS, NIÑOS Y NIÑAS, SEAN USTEDES BIENVENIDOS AL FABULOSO CIRCO DE LOS HERMANOS GARCÍA” (aquí va la tradicional música circense y después salen dos payasos en monociclos haciendo una peligrosa rutina de dar vueltas entre ellos hasta que chocan y ambos terminan en el suelo.)
Entre payasos cuya única forma de hacer reír era humillando a cualquier miembro del público, un mago obvio y animales torturados (no tanto como el intelecto de los asistentes al teatro) llegó el intermedio, donde se vendieron fotografías instantáneas con motivos histriónicos, dulces y palomitas.
Después de estos 15 minutos se fue la luz para dar paso a los acróbatas, artistas del aire, con el mismo rostro de desprecio y ganas de estar en cualquier otro lugar menos esa butaca vi el espectáculo, dejándome sorprender por la belleza incomparable de una mujer voladora.
Asombrado la observe ir de izquierda a derecha, girar entre reflectores, arriesgar su vida sin red de seguridad, ser salvada del abismo por los brazos de otro acróbata que solamente recuerdo por el momento en que entró en contacto con ella, esperando que aquel momento en que su luz se reflejaba en mis ojos jamás terminase y antes de que pudiera quedarme con su imagen completa volvió el sonido de la música circense, reflectores directamente a ella, reverencia y bajar rápidamente del mástil para volver a camerinos, sin poder conocer siquiera su nombre y cuándo sería la próxima presentación.
Cuando creí que toda posibilidad de volver a verla había terminado acabó el espectáculo, salieron todos los artistas y pude admirar su figura una vez más, al terminar mis amigas decidieron interceptar al maestro de ceremonias, aproveche para preguntarle un poco de la trapecista y hacer una cita para conocerla en el siguiente ensayo.
Tres días después las ansias de ir a verla ensayar aquel sublime acto no me permitieron dormir el tiempo completo, desperté antes de lo previsto y preparé todo para visitar el circo otra vez.
Llegué al que se convertiría en el día más significativo de mi vida, platique con el maestro de ceremonias, le tomé algunas fotografías en el circo (su circo) y me presentó a los demás actores y actrices, a quienes conocí sin mucho interés.
“ella es la más dedicada del equipo” me dijo antes de llegar a conocer a la trapecista, estaba ensayando, la vería practicar y después la conocería con el pretexto de hacerle una entrevista, todo parecía tan perfecto, sus manos se acoplaban perfectamente a las barras y a las manos de su compañero, o por lo menos eso parecía.
La vi intentar tomar las manos de su compañero, resbalar, a su compañero intentar detenerla, la cara del maestro de ceremonias mientras pasaba todo esto, el arnés de seguridad cayendo a la misma velocidad de que ella, por sus movimientos previos a la caída giraba, el arnés también lo hacía, se enredaba alrededor de su cuello, ella luchaba por detenerlo.
La policía y médicos llegaron muy tarde, ella estaba oficialmente muerta, pero estoy seguro que lo último que vio fueron mis ojos…
Sin embargo, decidí acompañar a mis compañeras de la carrera que buscaban hacer un fotorreportaje y de paso reír aunque sea unas cuantas veces para salir de la rutina, empezó como casi siempre, lleno de clichés, el maestro de ceremonias era de baja estatura y estómago abultado, con voz microfonalmente ostentosa, un traje rojo estilo pachuco y el tradicional:
“DAMAS Y CABALLEROS, NIÑOS Y NIÑAS, SEAN USTEDES BIENVENIDOS AL FABULOSO CIRCO DE LOS HERMANOS GARCÍA” (aquí va la tradicional música circense y después salen dos payasos en monociclos haciendo una peligrosa rutina de dar vueltas entre ellos hasta que chocan y ambos terminan en el suelo.)
Entre payasos cuya única forma de hacer reír era humillando a cualquier miembro del público, un mago obvio y animales torturados (no tanto como el intelecto de los asistentes al teatro) llegó el intermedio, donde se vendieron fotografías instantáneas con motivos histriónicos, dulces y palomitas.
Después de estos 15 minutos se fue la luz para dar paso a los acróbatas, artistas del aire, con el mismo rostro de desprecio y ganas de estar en cualquier otro lugar menos esa butaca vi el espectáculo, dejándome sorprender por la belleza incomparable de una mujer voladora.
Asombrado la observe ir de izquierda a derecha, girar entre reflectores, arriesgar su vida sin red de seguridad, ser salvada del abismo por los brazos de otro acróbata que solamente recuerdo por el momento en que entró en contacto con ella, esperando que aquel momento en que su luz se reflejaba en mis ojos jamás terminase y antes de que pudiera quedarme con su imagen completa volvió el sonido de la música circense, reflectores directamente a ella, reverencia y bajar rápidamente del mástil para volver a camerinos, sin poder conocer siquiera su nombre y cuándo sería la próxima presentación.
Cuando creí que toda posibilidad de volver a verla había terminado acabó el espectáculo, salieron todos los artistas y pude admirar su figura una vez más, al terminar mis amigas decidieron interceptar al maestro de ceremonias, aproveche para preguntarle un poco de la trapecista y hacer una cita para conocerla en el siguiente ensayo.
Tres días después las ansias de ir a verla ensayar aquel sublime acto no me permitieron dormir el tiempo completo, desperté antes de lo previsto y preparé todo para visitar el circo otra vez.
Llegué al que se convertiría en el día más significativo de mi vida, platique con el maestro de ceremonias, le tomé algunas fotografías en el circo (su circo) y me presentó a los demás actores y actrices, a quienes conocí sin mucho interés.
“ella es la más dedicada del equipo” me dijo antes de llegar a conocer a la trapecista, estaba ensayando, la vería practicar y después la conocería con el pretexto de hacerle una entrevista, todo parecía tan perfecto, sus manos se acoplaban perfectamente a las barras y a las manos de su compañero, o por lo menos eso parecía.
La vi intentar tomar las manos de su compañero, resbalar, a su compañero intentar detenerla, la cara del maestro de ceremonias mientras pasaba todo esto, el arnés de seguridad cayendo a la misma velocidad de que ella, por sus movimientos previos a la caída giraba, el arnés también lo hacía, se enredaba alrededor de su cuello, ella luchaba por detenerlo.
La policía y médicos llegaron muy tarde, ella estaba oficialmente muerta, pero estoy seguro que lo último que vio fueron mis ojos…
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