– ¿Puedo mirarte? – Pregunte mientras te arreglabas el cabello frente al espejo, volteaste hacia donde yo estaba, siempre tan bella y conocedora de tu belleza hacías casi imposible enamorarte.
Quizás fue la manera tan inusual de conocernos, o la manera en que esquivabas mi presencia, quizás fue el encontrarnos tantas veces en el mismo lugar y no dedicar más que una sonrisa a tu estancia tan cercana a la mía.
Solo recuerdo que un día en mis caminatas nocturnas por diferentes zonas de la ciudad te descubrí, deambulando como el vagabundo que era en ese entonces y decidí no abandonar esa ruta ningún día con la esperanza de volverte a encontrar.
Hoy estamos en la misma habitación, esperando el amanecer, tu tan altiva como siempre, tan perfecta, quiero mirarte, poder verte a los ojos y decirte que te amo.
Yo aún no conozco tu belleza, aún no conozco lo perfecto de tu ser, aún no descubro tus ojos, como se sonrojan tus mejillas al besarnos, solo sé que a pesar de cómo soy tú me quieres por quererte como eres, por no solo desearte, por amarte.
Una extraña ironía que aunque no puedo ver, soy el único que ha visto y conoce de memoria tu corazón.
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