5.2.09

Lo que me dijo aquel mudo...

Esto fue lo que me dijo aquel hombre que no debía hablar, le decían el mudo por todas las veces que había intentado decir algo y el gobierno lo había callado, al final se cansó de intentar hablar y se guardó todos sus pensamientos, algunos de los cuales aún me inspiran, hasta ese último día de su vida que tuve la fortuna de vivirlo junto a él.

Estábamos en prisión, éramos los dos únicos que nunca abandonábamos nuestra celda, yo encontré esa celda muy placentera ya que él nunca pronunciaba palabra y eso me permitió devorar unas cuatro veces cada libro de la pequeña biblioteca con la que contaba la prisión, aparte de que el patio no tenía un solo lugar donde hubiera sombra y yo siempre he detestado el sol; él simplemente no salía porque no le interesaba hacer lo que hacían los demás presos en el poco tiempo libre que teníamos.
Con los nuevos programas que había puesto el gobierno para una “reforma integral” cada vez el tiempo era menos y ya no sabíamos si era prisión o internado, entre clases de dibujo, pintura y literatura, talleres de carpintería, albañilería y herrería, con las constantes evaluaciones que nos realizaban psicólogos recién egresados y el momento para hacer algún deporte y un curso de nutrición se nos iban los días que se transformaban en meses y estos se volvían años, hasta que un día eras libre y ya no sabias si en verdad te querías ir.

Esto había pasado con Diego, el mudo voluntariamente, cuando cambió el sexenio decidieron liberarlo, el nuevo presidente no tenia nada en su contra, pero hasta de la más mediocre pocilga te puedes enamorar, y Diego decidió volver, a los cuatro días de haber salido de la prisión comenzó a investigar al nuevo presidente, a las dos semanas había terminado de escribir un ensayo en el que criticaba sus ideas y su persona de manera que si eso llegaba a conocerse podría desestabilizar al poder, al mes él estaba de regreso en la celda que tanto quería.

Trece días después de que Diego regresó fue mi turno de ingresar a la prisión, era mi primera vez ahí dentro, todo era nuevo para mi, estaba ahí por la misma razón que él, un gobierno fascista encerrando a otro de mente libre, éramos tantos que ya la prisión tenia una zona designada para nosotros, se cree que por nosotros se puso la biblioteca, a pesar de todo éramos mentes ilustres y un gobierno no quiere que mentes importantes se vean infectadas por toda clase de criminales.

Desde el principio estuve en la misma celda que Diego, la celda B-37, en cuanto entré lo saludé, no me gusta estar mucho sin hablar, por eso hablaba todo lo que podía en las clases, para que no me hiciera falta hablar con Diego, el simplemente me dijo: “No voy a pronunciar otra palabra aparte de las que escuches ahora, me cansé de intentar hablar y no ser escuchado, me cansé de esto, tu tienes cara de ser de esos que si no hablan se sienten incómodos con la compañía, así que te conviene irte acostumbrando al silencio porque será lo único que escucharás de mi.” Y así fue.

Asi pasaron los años, el gobierno se reeligió, cambió todas las leyes, cada vez había menos criminales y más conformistas, las cárceles se empezaban a vaciar, los que terminaban sus condenas se iban y ya no entraban más a cubrir su lugar, se empezaron a volver prisiones mixtas, separados hombres de mujeres pero en un mismo edificio, y ya éramos la mayoría presos políticos y muy pocos criminales.

El país parecía prosperar, pero la libertad era cada vez menor, como el gobierno gastaba menos en cárceles al poco tiempo nos pusieron televisiones comunes en la mayoría de las secciones, sólo lo manteníamos encendido para conocer la realidad del mundo exterior y cómo este cada vez cambiaba más, adentro podíamos decir y escribir lo que quisiéramos, de todas formas ya estábamos adentro, que más podrían hacer.

Diego cada lunes iba a la biblioteca, dejaba un libro con el encargado de esa semana y tomaba otro, cada 3 semanas le llegaba un paquete con 3 cuadernos nuevos y 10 bolígrafos que le mandaba su esposa, los cuales pasaban por una extrema vigilancia y le eran entregados, para cuando llegaba el siguiente paquete las plumas yacían vacías en el suelo junto a su cama y los cuadernos llenos debajo de esta.

Un día todo transcurría de acuerdo a la rutina, me desperté a las 7:30 porque odiaba que me despertaran como a todos a las 8:00 con una alarma que podía hacer que cualquier cosa que estuvieras soñando se convirtiera en una pesadilla, me bañe en el pequeño baño que teníamos compartido con otras cuatro celdas, me puse a leer y esperé a que llegara el momento de que empezara nuestro día.

Después de haber leído 80 paginas en 1 hora sonó la alarma que nos avisaba que era hora de ir a desayunar, después de desayunar teníamos dos horas de clases de dibujo, una hora en el taller de carpintería, entrenamiento de algún deporte que hubiéramos seleccionado ese mes y volvíamos a la comida, teníamos un descanso de dos horas en el cual nos volvíamos a limpiar y nos iban llamando por sección para una consulta con el psicólogo, después estábamos obligados a ver el mensaje diario de “nuestro” presidente, que duraba media hora y una vez que acababa esto íbamos a cenar; después de cenar podíamos hacer lo que quisiéramos hasta las 10:30 que apagaban las luces.

Ese día todo parecía transcurrir normal hasta que en el periodo de dos horas que teníamos libres antes de nuestra visita al psicólogo Diego dijo: “ya es hora, hoy tengo que volver a hablar, antes me había cansado de hablar, pero ahora mi cuerpo simplemente se canso de funcionar, hoy voy a morir, pero no puedo morir sin decir lo que tantos años me guardé, en mis cuadernos encontrarás mucho más claro lo que te tengo que decir, pero ahora presta atención muchacho que tu no puedes terminar tu vida como yo”

“Nunca desprecies tu libertad, apenas abandones este lugar tienes que buscar la manera en que el país pueda mejorar, el fascismo que impuso este nuevo dictador es la peor manera de arruinar todo lo que un hombre es, no te quedes aquí, aquí se nos permite pensar lo que queramos pensar, pero desde aquí no podemos hacer nada, en cierta forma somos como los conformistas que están afuera, de cierta manera esto también se vuelve una prisión para nuestros cerebros, deja que el tuyo cobre su libertad.

Este presidente ha mejorado al país en materia económica y de seguridad, pero a costa de la libertad de las personas, ya nos se nos permite pensar, ya no se nos permite sentir, ya no se nos permite llorar, cambia este paradigma, cambia esta realidad, tu tienes ese poder, todos los que estamos aquí tenemos ese poder, las prisiones son los nuevos grandes colegios, cuantas mentes con ideas “peligrosas” fueron recluidas al no poder ser asesinadas porque el presidente no pudo legalizar la pena de muerte, ¡¿Cuántas?!

A ti te queda poco tiempo en este lugar, en 6 meses serás libre, justo el tiempo para que puedas dejar estas ideas plantadas en los pasillos de esta prisión, eliminarás el sistema de raíz con estas ideas, no buscando el poder para tu propio beneficio, pero si buscando el poder para beneficiar al resto del país, no es una tarea fácil pero por eso te estuve evaluando todos estos años, necesitaba de alguien que pensara como yo para hacer esto de la manera más sencilla en que pudiera suceder.

Ahora es mi tiempo de morir, no porque mi cuerpo lo necesite, simplemente porque mi alma así lo desea, no quiero ver mi sueño realizado y mucho menos quiero ver si no se llega a realizar, lucha por la libertad, cumple esto como mi última voluntad, es tiempo de partir”. Y así fue.

Cumplí su promesa, y por eso puedo escribir esto para ti, para que en caso de que mi mandato no cumpla con los ideales que represento, creen la misma revolución contra mí, no por las armas que simplemente nos llevaran a vivir en un ciclo donde repetiremos lo mismo hasta que no lo podamos repetir porque ya no estemos aquí, por las palabras que pueden mucho más que un rifle, una bala o un cañón, por las palabras que tal como pueden construir un sueño de 300 cuadernos, pueden destruir la prisión de nuestra libertad.

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